miércoles, 28 de enero de 2009

La comida del futuro (Capítulo 1: no mas rutina)

Cuando miré por la ventana me pareció una mañana de verano preciosa. Estaba amaneciendo y la brisa veraniega acariciaba mi torso desnudo frente a la ventana abierta.

Estos días los disfrutaba al máximo. Era domingo y no tenia que trabajar. Nada de oficina, nada de papeleo, nada de gomina en el pelo y nada de traje y corbata.

Por cierto, me llamo Frank McFuller.

Soy de esa clase de personas que disfrutan de su trabajo y eso es porque no es un trabajo realmente duro. Yo solo me siento en mi despacho, arreglo papeleo si es que lo hay y recibo a gente que no conozco de nada.

A veces es un coñazo pero nunca es duro, y eso es lo que hoy día se valora.

Estudia o tendrás que trabajar en la construcción, y no como arquitecto sino como peón.

Estudia o acabarás trabajando y dejándote las manos en ello.

Esas frases eran habituales en mi casa cuando yo era un niño y no eran pocas las veces que pensaba: joder... que mal visto está trabajar.

Y ahora, con 31 años no tengo mas remedio que pensar, dada mi posición laboral que verdaderamente se está cómodo en un despacho con el aire acondicionado puesto y si te lo montas bien hasta la tele, pero por Dios ¿qué pasa con los obreros? Lo que está mal visto hoy dia no es trabajar.... lo que se rechaza e infravalora es trabajar de verdad, justo lo que yo no hago. Y me asqueo a mi mismo muy a menudo por llevar esta vida para la que se me ha mal educado.

Con la experiencia aprendes que no es mas trabajor quien mas horas pasa en el trabajo, sino quien mas se deja las manos en ello. Eso a mi juicio es algo obvio, pero la conciencia social no lo ve así. Respetan mas a un señor con traje y corbata que a un albañil o mecánico.

Pero nada de eso importaba en este momento. Era domingo, era verano e iba a disfrutar de mi repugnante y repelente forma de vida. Ese día si.

Tras asearme y ponerme algo de ropa decente bajé a la calle para comprar el pan. Tengo una forma de vida cómoda pero por algún motivo no tengo sirvientes (entiendase esclavos) que hagan tal cosa por mi.

Al abrir la puerta del bloque de pisos donde vivia me sobrevino un escalofrio solo de pensar la clase de gilipollas en la que me estaba convirtiendo. Un chico joven y adinerado. Totalmente independiente. Oh, por favor... que patético. ¿Porqué no te rompes la boca contra una farola y masticas tus propios dientes? –me pregunté a mi mismo.

Pero quizá lo que mas me aterró fue ver como el horizonte se iluminaba con una cegadora luz naranja amarillenta y el suelo empezaba a temblar bajo mis pies mientras un ensordezedor ruido a medio camino entre un rugido y un silvido me volvia la cabeza del revés.

Salir a comprar el pan nunca fue tan emocionante como aquella mañana.

Eché a correr en la primera dirección que me parecio oportuna y teniendo en cuenta la precariedad del momento creo que lo hice bastante bien.

Y no me pregunteis el porque, pero sabia lo que estaba ocurriendo... no el motivo pero si la situación.

En mi mente retumbaba constantemente la palabra “apocalipsis”.

No podria explicar porque razón cuando los cristales de las ventanas de los edificios empezaron a reventar por el temblor de la onda expansiva que se acercaba rapidamente yo me tiré al suelo, metí los dedos por los huequecitos de la tapa de una alcantarilla, la retiré y sin pensarmelo me metí en aquel agujero negro con rumbo a un oscuro rio de mierda.

Allí abajo me puse de pie empapado por aquellas fétidas aguas y busqué el borde del canal. Una vez hecho esto me puse boca abajo con la punta de la nariz tocando el cemento humedo y las manos cruzadas sobre la nuca.

El corazón me latía salvajemente, como si una mano en mi pecho me golpeara desde dentro para salir de el.

Allí esperé con los ojos cerrados mientras el estruendo iba aumentando y los murmullos y gritos de la gente se iban silenciando tan rápido como sea lo que sea lo que estuviese provocando aquello se acercaba.

Diez interminables minutos después me puse boca arriba lentamente y con mucha cautela. Miré la luz que entraba por la boca de alcantarilla por la que me habia tirado...

Silencio absoluto. Ni coches, ni gente, ni estruendo..... nada.

No necesitaba salir de allí para saber lo que había ocurrido. O mejor dicho, lo que acababa de comenzar.

Adiós a mi acomodada y patética vida. Puede que ahora la eche de menos.

Ya ha pasado casi un mes y todavia sigo sin saber lo que ocurrió y buscando algún superviviente entre las toneladas de escombros que antes eran mi ciudad. Mi hogar.

Podria hacer una lista interminable de las cosas que echo de menos.

Los atascos en las horas punta.

El barullo de gente arriba y abajo.

Un buen afeitado.

Las putas de esquina.

¿Y la comida? En ese aspecto no he tenido muchos problemas. Basta con acercarme a los restos de alguna tienda de alimentación y buscar entre las ruinas latas de conservas o bebidas. Eso si, solo una comida al día pues no sé si este nuevo ritmo de vida será eterno. Hay que ser precavido.

Las noches son lo peor. Demasiado silencio y facilidad para pensar.

Pienso en que estoy hasta el culo de radioactividad y no se si amaneceré vomitando mis entrañas humeantes. En ocasiones me parece oir gruñidos en la lejania.

Pienso en el futuro...¿hay futuro? ¿es esto el futuro? ¿qué queda?

Siempre has oido hablar del fin del mundo y futuros apocalipticos pero jamás te planteas tener que vivir en ese hostil futuro. Piensas: me da igua, no viviré para verlo, pero ahora todo es indescriptible. Desconocido y a la vez familiar. Vivo en el puto fin del mundo. He sobrevivido. Lo estoy viendo y no se que hacer. Todo lo que me preocupaba en la vida se desintegró.... y lo que queria tambien.

Pienso en si es posible que quede alguien vivo. Si yo me salvé tan facilmente puede que mas gente se las apañase para salir ilesos de todo este festival de fuego ¿0 no? De momento no hay nadie mas... al menos aquí.

Y no puedo dejar de pensar en que es lo que ha ocurrido realmente. No sé nada de esto...¿porqué esa explosión? ¿una bomba? ¿una prueba militar defectuosa? ¿un asteroide? ¿ merchandising a lo bestia de la película Armageddon? Todo es una gran duda.

Esa noche tengo un extraño sueño.

Estoy frente a la estatua de la libertad y levanto la vista lentamente para verla de abajo a arriba. A la altura de la cintura desvio la mirada a la derecha y veo la cabeza de la estatua tirada en el suelo. Arrancada.

Miro a la izquierda y para mi sorpresa veo lo mismo. De nuevo la cabeza está tirada en el suelo. ¿Desde cuando este monumento tenia dos cabezas?

Sigo mirando hacia arriba para contemplarla del todo y es entonces cuando me doy cuenta de que algo raro pasa aquí. La estatua tiene la cabeza en su sitio. Entonces me despierto.

Estoy acostado sobre un muro de ladrillos y cemento volcado en el suelo. El sol me está dando de cara y por eso me he despertado. Me cubro la cara con ambas manos mientras me pongo boca arriba y me incorporo de mi dura y primitiva cama.

Miro el reloj. Las 09:05 de la mañana..

¿Qué ha significado ese sueño? En otras circunstancias no le daria la mas minima importancia, pero en los tiempos que corren todo tiene importancia. Un sueño sin sentido a primera vista para mi es algo mas. Y si no tiene sentido me lo invento. De momento pienso que si no salgo de estas ruinas no descubriré jamás el sentido del sueño si es que lo tiene, claro.

Me he levantado con las ideas algo cambiadas. El mundo ya no tiene futuro, pero el mio está aún por escribir. En esta ciudad no tengo nada que hacer. Mi futuro se hundirá junto con el de esta urbe si no salgo de aquí cuanto antes y descubro lo que hay fuera. Ahora me toca sobrevivir... y la idea de momento no me disgusta. Debe haber mas gente viva.

No lo pienso mas. No tengo nada aquí. Nada. Empiezo a caminar hacia el norte, creo. No estoy muy orientado, cosa que se me tiene que perdonar por que nunca en mi vida he necesitado estarlo.

Recorro calles en busca de la salidad de la ciudad topándome continuamente con coches carbonizados en los que no ha quedado ni el esqueleto del conductor, locales y tiendas a las que parece que les hayan caido doscientos litros de gasolina ardiendo sobre la fachada. Ni me molesto en mirar el interior.

Sigo caminando por entre los colosales edificios, ahora muertos. Sin cristales en las ventanas y chamuscados, con casi todas las vigas al aire.

Las calles están llenas de ceniza, escombros, papeles y “cosas” de mediano tamaño que no alcanzo a identificar por lo quemadas que están.

Una de ellas parece un niño.

Unas dos horas después llego a la zona de los polígonos industriales. Ya estoy fuera de la ciudad.

Cruzo los poligonos sin detenerme a mirar nada. Los veo tan cochambrosos como antes de la ecatombe. Apenas noto la diferencia entre el antes y el después.

Voy pasando frente a grandes naves industriales con sus tejados de chapa medio caidos. Los caminos asfaltados que hay entre una nave y otra están llenos de basura, cajas de madera destrozadas, papeles que revolotean por el suelo y cascotes de cemento.

Sigo caminando recto para cruzar el polígono y meterme en campo abierto, pero por el rabillo del ojo veo algo moviéndose junto a un contenedor de basura. Un perro sale de detrás con la cabeza gacha, pero en cuanto se percata de mi presencia la alza con los ojos muy abiertos. Se queda inmóvil, mirándome fijamente con el rabo quito.

Parece un pastor alemán por el tamaño y el hocico, pero no por el pelaje ya que carece de él. Su piel es una gran costra renegrida y seca. Está quemado.

Yo estoy a unos siete metros de él, pero seguro que huele mi miedo. Si no mueve el rabo es mala señal.

Efectivamente, el animal empieza a correr hacia mi chasqueando sus garras contra el asfalto y mezclando ese sonido con el de sus jadeos y el eco que se produce al estar entre dos grandes naves industriales.

En vez de correr me quedo quieto esperando el impacto. Pongo mis manos abiertas a la altura del pecho y con las rodillas semi flexionadas. Cuando el perro se avalanza le sujeto el cuello impidiendo que sus fauces me alcancen. Caigo de espaldas con el furioso animal encima mia, arañandome con sus garras en el vientre y los muslos. Noto la gran fuerza que ejerce sobre mí mientras da dentelladas al aire en su intento por arrancarme la cara o al menos algún trozo de carne. Me fijo en sus labios contraidos por la funesta quemadura que le hace tener constantemente los dientes al aire. Uno de sus ojos está cerrado y cubierto por una capa de pus amarillento y seco. Su caliente aliento impacta en mi cara a cada gruñido.

Miro a mi derecha y veo lo que parece ser una matrícula oxidada y retorcida. Descuido un instante el cuello del animal alargando el brazo para recoger la matrícula mientras le sujeto el cuello con una sola mano y tan pronto como tengo el trozo de latón comienzo a atizarle en la parte superior del cráneo con el borde. A cada golpe hago pequeños cortes en la oscura costra dejando ver la carne rosada en contraste con la negrura de la reseca piel.

La sangre se desliza hasta metérsele en el ojo sano al animal. Es entonces cuando sacude la cabeza para librarse de tan molesto inconveniente y yo aprobecho ese instante de tregua para ponerle una de las esquinas de la matricula en el cuello, presionar con toda la fuerza que me es posible y hundirsela hasta que comienza a chorrear sangre y el perro cae de lado entre espaspos y gruñendo aún así.

Me quedo bocaarriba manchado de sangre, jadeando, con los brazos extendidos en cruz y los ojos cerrados. Un breve momento de paz antes de seguir mi camino y abandonar la ciudad.

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