domingo, 25 de mayo de 2008

El extranjero

Si entrase en el vehículo y este no funcionara sería el final, la bestia lo masacraría ahí dentro. Aún así es necesario intentarlo.
El maldito engendro ya está en pie y el corazón de Roger late con una intensidad endiablada. Casi se oyen los latidos desde fuera y sus zumbidos golpean el pecho como un tambor.
Entra en el coche tan rápido como humanamente puede.
No hay conductor, solamente algunos salpicones de sangre y grietas en el parabrisas. Acelera y da marcha atrás. El corazón de Roger parece calmarse levemente tras ver que al menos eso ha salido bien.
Pone rumbo a la ciudad y por el espejo retrovisor ve al monstruo en mitad de la carretera contemplando como se aleja. No se molesta en perseguirlo, ni Roger en dar la vuelta para atropellarlo.
Parece que el combate ha concluido con cero bajas aunque con ambos heridos ya que mientras conduce se da cuenta de que en su antebrazo izquierdo tiene un arañazo que incluso a rasgado la manga de su pijama blanco. Nota el cálido tacto de la sangre acariciar su piel y descender asta la mano. Se lo habrá hecho la criatura cuando saltó sobre él.

Pese a lo poco apropiado que resulta para el momento lo primero que se le viene a Roger a la cabeza es ponerse algo decente de ropa al llegar a la ciudad. Luego piensa en el ser que acaba de ver y en su incierta procedencia... ¿de dónde ha salido? ¿qué es exactamente? ¿cuántos mas hay? Ni idea. No hay respuestas.
Atrás va quedando poco a poco el polígono y los problemas que pudiese acarrear mientras que la gran urbe se acerca. Allí todo puede ir a peor o a mejor, todo depende de la clase de criaturas que predominen. ¿Cabe la posibilidad de que un grupo de personas no hayan huido y se hagan fuerte en la ciudad mientras luchan por sus vidas? Probablemente no, pero sería justo lo necesario ya que sino es así Roger estará solo en una jungla de cemento.
Seguramente si se encuentra con alguien que no le sea útil lo matará sin dudarlo. Para él no es solo afición, es necesidad y principios, y es que el instinto homicida que corre por sus venas y le llevaron a esa institución mental no se borran por muchos años enterrado entre cuatro paredes y un techo. La mente humana es el elemento mas complejo del universo y una mente enferma puede llegar a ser un verdadero cúmulo de ideas distorsionadas de la realidad. En esta clase de mentes lo blanco se vuelve negro pero no solo en ese aspecto, también puede tomar una acción cotidiana y modificarla a su gusto.
De algún modo todas las mentes tienen cierto grado de enfermedad pero lo que nos salva de cometer los actos asesinos o sicóticos que dicta a veces es simplemente nuestra conciencia. En el caso de un asesino psicópata le es imposible no obedecer a esos arrebatos malignos ya que carecen de conciencia.

Por fin entra en la ciudad. Tal y como se esperaba no hay un alma en las calles iluminadas por las farolas y todo está en silencio.
Poco mas adelante la calle es bloqueada por una enorme barricada en llamas.
Ante la imposibilidad de seguir avanzando detiene el coche a los pies de la barricada y continúa andando.
Se siente nervioso ya que carece de cualquier arma para defenderse y lo cierto es que eso es bastante comprometido en unlugar sitiado como este.
Pasa por al lado de la barricada buscando una armería o algo parecido donde encontrar un arma pero aunque la encontrase sería muy difícil acceder al interior ya que las puertas estarían cerradas. Poco a poco va abandonando la estúpida idea de cambiarse de ropa. Le está viendo la boca al lobo y sólo quiere centrarse en eso.
Roger tiene la teoría de que lo importante no es como solucionar una situación, sino saber en que situación estás. Si posees la respuesta todo está arreglado. La solución viene por si sola, el mismo instinto de supervivencia te hace actuar del modo correcto para sobrevivir...por desgracia en rara ocasión sabemos cual es la situación en la que nos encontramos. Tiene otra teoría según la cual no hay que preocuparse de buscar respuestas u orígenes a un, por ejemplo, peligro que nos aceche. Lo único importante es saber salir airoso. Una vez pasada la tormenta ya nos podemos "preocupar" tranquilamente del origen de sea cual sea el mal que nos molestaba. De modo que ¿qué demonios importa la procedencia de esas alimañas? Lo primero es ocuparse de continuar vivo. Un puñado de años encerrado dan mucho que pensar, e ahí el origen de estas ideas.

Su melena negra ondula con la brisa nocturna que le acompaña mientras continúa avanzando con decisión por la calle. Hay muchos coches aparcados, contenedores tirados, a lo lejos parece oírse una alarma, boca calles oscuras en cuyos adentros puede aparecer cualquier cosa, y por su puesto también hay soledad. La ciudad ha sido evacuada y al parecer las criaturas también se han ido...o al menos eso parece. Puede que estén acechando desde las alturas; en los tejados y azoteas de las casas.
De momento las únicas compañeras de viaje son la incertidumbre y la duda. Unas auténticas zorras sobre todo si estás asustado.

Como de la nada un hombre sale de un callejón topándose con Roger violentamente. Los dos se sobresaltan y casi caen al suelo.
Ambos hombres se quedan mirándose fijamente unos instantes. En la cara del desconocido de dibuja un rostro alegre y amigable.
-¿quién eres? -pregunta ásperamente Roger.
-me llamo Lucio... ¿y tú?
Roger lo mira de arriba a abajo asegurándose de que no se trata de alguna criatura anómala.
-Me llamo Roger. No voy a andarme con rodeos...acabo de salir del psiquiátrico que hay en las afueras y lo cierto es que no se exactamente que es lo que ha ocurrido. Tu tienes cara de veterano así que explícamelo.
Lucio se seca el sudor de la frente con la palma de la mano y mira a Roger. Tras una breve pausa le confiesa:
-No lo sé. Lo cierto es que no tengo ni idea de donde han salido estas cosas. Solo se sabe que han aparecido de un momento a otro causando todo esto.
-¿Si? Eso no importa. ¿Sabes si las bestias siguen aquí?
El hombre mira a su alrededor nervioso.
-No lo sé...no sé nada. Llevo metido en un contenedor de basura al menos dos horas. Hace un momento que salí y me e encontrado con esto...esperé a que las fuerzas de seguridad aplacaran la situación, pero no queda rastro de nadie.
-Ya...es jodido -Roger le da la espalda y continúa caminando en la misma dirección que seguía antes de toparse con él.
-¡oiga! -grita el hombre- ¿a dónde va?
Sin volver la vista atrás Roger murmura -voy a donde pueda seguir con vida- se detiene y se da la vuelta- ¿tienes un arma? -pregunta.
-Pues...no, ya te e dicho que llevo horas metido en un contenedor.
-¿Sabes? ¡Esta conversación se me antoja un tanto patética! -grita Roger desesperado- ¿Acaso no hay alguien más en esta puta ciudad? No, por lo que veo solo queda con vida un pedazo de basura andante.
Lucio se queda mirándolo con los ojos muy abiertos y sin saber que decir exactamente. No sabe si replicarle o cerrar la boca y dejar pasar todo. Tratándose de un tipo que acaba de salir del psiquiátrico sin el consentimiento de un especialista lo mejor será dejar la cosa como está.
-bien lucio -dice Roger serenamente- quiero que me acompañes. Ya que eres lo único que hay tendré que resignarme.
-Está bien, no hay problema -responde Lucio con las orejas gachas.
Empiezan a caminar por donde indica Roger sin mediar palabra.
Aparte del miedo tampoco se encuentran muy cómodos con la compañía que se están haciendo mutuamente.

Pocos metros recorren por la extensa calle antes de ver algo a lo lejos. Es un bulto que recuerda al que vio Roger cuando salió de su celda.
Está situado frente a una oscura bocacalle. Parecería un cadáver de no ser por que se mueve. Efectúa lentos movimientos con sus piernas y parece intentar arrastrarse con ayuda de sus brazos. No hace ningún sonido; ni lamentos, ni gritos ni respiración fuerte. Nada.
Ambos hombres se detienen a varios metros del herido. Roger entrecierra los párpados mientras lo ojea desde lejos -aquel tipo sigue vivo- afirma.
-Ayudémosle maldita sea -dice Lucio con una sorprendente convicción.
-De eso nada. Ya tenemos bastante al cargar con nuestras vidas.
Súbitamente aparece una de las criaturas por la bocacalle. Anda a cuatro patas y se oyen los chasquidos de sus garras al apoyarlas en el asfalto de la calle. Se acerca al herido mientras este intenta defenderse moviendo brazos y piernas con algo de mas velocidad.
El monstruo le muerde la garganta por la parte de alante y aprieta sus mandíbulas a mas no poder. La cara de su víctima se contrae de dolor y al ponerse tensos sus músculos faciales se le deforma.
Un sonido ronco sale de la boca de ese pobre hombre cuando la bestia le saca la tráquea por la garganta. Su boca comienza a llenarse de sangre que le chorrea por las mejillas y el resto de la cara y se le mete también por las fosas nasales. Muere asfixiado por su propia sangre.
La bestia mastica la carne mientras la va tragando y sus fauces gotean sangre.
Justo al lado de la macabra escena hay un coche aparcado. Una de las puertas se abre violentamente mientras estallan los cristales de la ventanilla. Del interior del coche sale otro engendro atraído por la sangre. Se acerca gruñendo a su compañero, ocupado de su banquete y que al parecer no le molesta tener a un anfitrión mas en su mesa. Los dos se ponen a devorar el cuerpo.
De la oscura bocacalle surgen otros dos monstruos iguales que los demás. Con sus rostros sin ojos y esa gran boca sin labios situada casi en mitad de la cara. Todos van a comer del cadáver.
Aparece un cuarto monstruo. Este cae desde el tejado de una tienda sobre sus cuatro patas, igual que un felino. También se acerca al banquete.
-Larguémonos de aquí, aún no nos han visto -dice Roger en voz baja.
Los dos hombres dan media vuelta para buscar un camino más seguro pero entonces, nada más girarse se percatan de que una de las bestias les está acechando desde atrás, subida en la barricada ardiente. El fuego parece no afectarle demasiado, aunque por los movimientos que hace mientras desciende por la barricada da la sensación de que lo intenta evitar.
Una vez abajo empieza a correr hacia Roger sin previo aviso.
Lucio queda paralizado ante las violentas embestidas que realiza contra su compañero de fatigas al mismo tiempo que este empieza a huir hacia la barricada.
No tarda en ser alcanzado por el monstruo justo a los pies del montículo.
Roger agarra la cabeza del monstruo por ambos lados intentando que sus fauces no alcancen su cuello pero la situación está en su contra ya que mientras la criatura forcejea con él una de las garras de una pata se le va clavando poco a poco en el muslo.
Es en ese momento cuando Lucio estampa un casquete de cemento contra el lomo del agresor, el cual se derrumba unos segundos, instantes que Roger aprovecha para recoger una estaca en llamas e incrustarla en el cráneo del ser.
Tras muchos espasmos la bestia muere.

El resto de criaturas se han percatado de los dos intrusos que acaban de asesinar a uno de sus compañeros de caza. Dejan atrás los despojos de su comida y comienzan a acercarse a gran velocidad. Se oyen los chasquidos de las garras al tocar el asfalto.
-¡mierda! -exclama Roger echándose a correr cojeando de su pierna herida sin pensárselo dos veces mientras Lucio, instintivamente, sigue sus pasos.
La huida se hace frenética al sentir como las bestias les van comiendo terreno ya que para ellas no hay obstáculo alguno y se mueven con una agilidad increíble, parece que sus garras se adhieren al suelo. Ninguno de los dos hombres mira atrás, tan sólo corren con toda su alma; la adrenalina les sale por los poros de la piel.
-¡súbete en el coche! -grita Roger a Lucio mientras se sube a toda velocidad en el coche patrulla que le trajo a la ciudad.
Una vez dentro dan marcha atrás chocando contra una farola.
Las bestias saltan la barricada en busca del vehiculo.
Roger acelera arrollando a un monstruo, el cual pasa por debajo de las ruedas quedando retorcido.
Otro de ellos salta encima del coche intentando abrir el techo a zarpazos pero lo único que consigue de momento es abollarlo.
El resto de monstruos queda atrás, junto a la barricada, contemplando como los intrusos se alejan.

Con todo, la bestia sigue encima del coche y por más giros extremos que realiza Roger al volante no consige hacer que se desprenda del techo.
-Vamos hijo de puta...sé que te quieres comer el asfalto -murmura Roger mientras luchas por quitarse de encima al ser.
Lucio no sabe que debe hacer...está blanco de pánico, pero no suficientemente asustado como para pensar un poco y deducir que quizá en la guantera de un coche de policía como en el que van haya un arma.
Con cierta dificultad debido a los violentos va y venes del vehículo alarga la mano y abre la guantera. Entre varios papeles que, por supuesto, no le importan nada de lo que sean encuentra una beretta sucia que Dios sabe por que estaría allí. Tal vez requisada a algún maleante o puede que para un uso poco ético por parte del agente de policía que la empuñó.
Sea como sea la cuestión es que ahora mismo está siendo dispara psicoticamente contra el techo del vehículo. Las balas salen por arriba destrozando las luces de la sirena e impactando dos de ellas en la bestia. Una alcanza la rótula haciendo que la pierna se parta en dos fácilmente y la otra impacta en un lateral del cuello abriéndoselo. Cuando se desploma malherido un reguero de sangre oscura cubre todo el parabrisas haciendo que Owen pierda el control y acabe estrellándose contra el muro de un viejo edificio.

Minutos después, cuando Roger recupera el sentido, lo primero que ve tras abrir los ojos es el parabrisas roto y a la criatura muerta sobre el capó, luego gira la cabeza hacia la derecha y se percata de que Lucio no está en el asiento del copiloto.
Aspira fuerte por la nariz para tragar la sangre que tiene en ella debido al golpe del accidente y le sobreviene un leve ataque de tos debido al fuerte sabor que deja la sangre al pasar por su garganta.

De repente se da cuenta del fortísimo dolor que siente en una de las piernas; la mira y se da cuenta de la herida que la bestia le causó en el muslo poco antes, pero que con la intensidad de la situación ni se había percatado.
Abre la puerta y sale del coche como buenamente puede ya que la herida le a hecho perder mucha sangre y está débil, pero aún así consigue salir afuera, casi arrastrando los pies sin poder levantar a penas las piernas para emprender el paso.
Nada mas salir del callejón en el que se a estrellado se encuentra a Lucio en un gran charco de sangre, con toda la ropa rasgada, casi desnudo y uno de sus brazos arrancado a la altura del codo, asomando el húmedo hueso entre los jirones de carne y piel; el otro está partido por varios sitios. Las piernas no han corrido mejor suerte; uno de los muslos, abierto desde la ingle hasta poco mas abajo de la rodilla mana sangre lentamente.
Tiene cortes y pequeños agurejos provocados por los mordiscos en todo el cuerpo, así como áreas sin carne alguna, dejando ver las capas de músculo y grasa. Los ojos hinchados y cerrados le deforman aun mas el rostro.
Su cuerpo visto a la luz de la luna parece una horrenda figura de cera sin rostro definido oscurecida por la sangre.
Roger se pone en cuclillas acercando su boca a la cara de Lucio.
-¿me oyes? -pregunta
-Pensé que... estabas muerto....intenté escapar -toma aire como si se asfixiara- intenté escapar... pero me alcanzó uno de esos bastardos -su voz es casi inaudible y lastimosa.
-Ya has tenido bastante -murmura el bueno de Roger mientras se incorpora.
Luego propina a Lucio, sin pensárselo dos veces, una fortísima patada en la cabeza que le parte el cuello y el cráneo.
Ni un grito, ni un espasmo. Simplemente deja de vivir.

De nuevo viene a la cabeza de Roger su teoría sobre saber en que situación estás y que, si es así, la solución vendrá por si sola...todo es instinto. No importa en que lío te hayas metido, sino el hecho de ser consciente del lío en el que estás...si no es así estarás perdido en tu propia confusión y el pensar que puedes solucionar algo de un modo que posiblemente sea el erróneo te lleva a equivocarte en un momento crítico.
La cuestión es que Roger está de pie frente al cadáver de Lucio mientras va siendo rodeado poco a poco, silenciosamente por varias criaturas que hacen chascar sus zarpas contra el asfalto.
Mira a su alrededor y lo ve todo. Ve que está rodeado. Ve que ya no hay nada que hacer. Oye los gruñidos de los seres.
Sabe perfectamente en que clase de situación está y lo único que se le ocurre es quedarse allí y esperar que todo concluya lo mas rápidamente posible.
La solución no llega... no llega por que no existe.
Son las 2:06 horas.

FIN

Cinofobia

Son las 22:34 de la noche. La luna está llena y resplandece en el cielo iluminando la telaraña de nubes que se le superponen.

Yo conduzco de camino a casa mientras en la radio ponen un tema de George Baker... morning sky creo que se llama.

En los últimos diez minutos no he visto ni un solo vehículo pasar cerca de mi, ni adelantarme. Por el espejo retrovisor advierto que estoy solo, que nada ocurriría si me diese por frenar en seco.

Las farolas dan con su luz un tono anaranjado a las calles. En las aceras no hay tampoco ningún viandante; ni vagavundos, ni parejitas, ni solitarios...nada. Todo está en calma...demasiada calma que aunque parezca atípico no me pone en absoluto nervioso.

Noto los párpados levemente pesados... no tengo sueño, sólo cansancio acumulado de todo el dia, del trabajo, de buscar un buen aparcamiento, de pagar la cuenta en el restaurante, de aguantar a los jefes, de sentir como la luz del sol entra por la ventana de la oficina y te vuelve atontado al proyectarse sobre tu cabeza largo rato sin poder hacer nada porque si corres las persianas no ves bien... y eso nos llevaria a mas problemas.

Un suave y fresco viento mece las hojas de los árboles plantados en las aceras al mismo tiempo que me refresca la cara al entrar por la ventanilla.

Aún no estoy cerca de casa. La canción de la radio sigue sonando y mis párpados ya no son tan pesados como hace un instante. La brisa y la música hacen que me sienta mas despierto y atento a todo lo que me rodea aunque esta noche hay pocos elementos que me rodeen excetuando edificios y calles muertas.

Frente a mi un semáforo en rojo me indica que debo parar, norma que se me hace tentadora saltarme, pues las calles están desiertas y no supondría peligro alguno ni penalización el hecho de ponerme a hacer el completo loco con mi vehículo.

Pero algo llama mi atención. Bajo el semáforo, en mitad de la calle un animal me observa mientras me acerco. Es un perro. Un perro negro y grande que a un hombre adulto le llegaria poco mas abajo de la cintura.

Está serenamente sentado, con el cuello erguido mientras observa tranquilamente como me apróximo a él.

Toco el claxón intentando hacer que se aparte pero lo único que consigo es que clave su mirada en mi. Por algún motivo no puedo apartar la vista de ese siniestro animal que ya no está sentado, sino a cuatro patas. Sigue mirándome.

De repente, siento el impulso incontrolado de acelerar al máximo el coche y arrollar a esa bestia. Es como si el perro me estuviese inyectando en el cerebro las ideas. Casi me controla.

Comienzo a sudar y el deseo de acelerar es cada vez mayor. Ese animal me obliga... es él, lo sé.

Contra mi voluntad piso el aceredaror con todas mis fuerzas. La goma de las ruedas chirría por las fricción con el asfalto y el coche sale disparado hacia el perro, el cual ni se mueve hasta que estoy a un metro de él entonces, en una fracción de segundo el animal salta contra el parabrisas haciendo que yo instintivamente gire el volante perdiendo el control del vehículo, que acaba empotrándose contra el escaparate de una tienda de electrodomésticos.

Allí estoy, con la cara bañada en sangre y un dolor horrible que me corre desde el cuello hasta la cintura. Todo el interior del coche está lleno de cristales, los cuales siento por dentro de mi ropa, y a mi alrededor solo veo televisores con sus pantallas dando fogonazos y aparatos por el estilo rotos. Espero que las autoridades vengan pronto por que yo solo no podré salir de aquí... no por mi propio pie. Intento acomodarme un poco en el asiento lanzando un vistazo por el espejo retrovisor...y veo algo que me aterra.

El perro sigue ahí, en el mismo sitio donde lo encontré. Está sentado, mirando el accidente que ha provocado. Da la sensación de que se siente orgulloso de su obra. No babea, ni tiene la lengua fuera... parece no respirar. Tan solo mira.

Quince minutos mas tarde llega la policia a toda velocidad alertada, seguramente, por algún vecino que ha oido el estruendo del accidente.

La policia viene acompañada por dos ambulancias cuya sirena ha hecho salir a la calle a varios curiosos que se agolpan para ver que es lo que ha ocurrido.

El forense toma nota de que el conductor del vehículo siniestrado está muerto debido seguramente a la perdida de sangre y a las múltiples fracturas craneales y da permiso a las autoridades para levantar el cadáver.

La grúa retira el coche del escaparate en el que se encontraba empotrado y avisan al dueño de la tienda para advertir de los daños.

Ahí acaba todo. Poco a poco la zona va volviendo a esa tranquilidad fantasmagórica de la que gozaba hasta hace escasos minutos y la gente se vuelve a la cama tranquilamete sabiendo que todo está de nuevo en calma.

Todo lo que nos rodea miente.

Son las 00:15. Conduzco en busca de algún bar en el que poder tomarme un par de copas ¿por qué no? Siempre he dicho que los momentos de relax deben ser bien atendidos.

Acabo de darme cuenta de que en los últimos diez minutos no me he cruzado con ningún otro vehículo ni he visto ningún transeunte. Es curioso.

Llego a un semaforo en rojo, el momento perfecto para hechar un tragito a mi petaca, pero hay algo bajo él que llama profundamente mi antención... si no me equivoco se trata de un perro.