domingo, 25 de mayo de 2008

Cinofobia

Son las 22:34 de la noche. La luna está llena y resplandece en el cielo iluminando la telaraña de nubes que se le superponen.

Yo conduzco de camino a casa mientras en la radio ponen un tema de George Baker... morning sky creo que se llama.

En los últimos diez minutos no he visto ni un solo vehículo pasar cerca de mi, ni adelantarme. Por el espejo retrovisor advierto que estoy solo, que nada ocurriría si me diese por frenar en seco.

Las farolas dan con su luz un tono anaranjado a las calles. En las aceras no hay tampoco ningún viandante; ni vagavundos, ni parejitas, ni solitarios...nada. Todo está en calma...demasiada calma que aunque parezca atípico no me pone en absoluto nervioso.

Noto los párpados levemente pesados... no tengo sueño, sólo cansancio acumulado de todo el dia, del trabajo, de buscar un buen aparcamiento, de pagar la cuenta en el restaurante, de aguantar a los jefes, de sentir como la luz del sol entra por la ventana de la oficina y te vuelve atontado al proyectarse sobre tu cabeza largo rato sin poder hacer nada porque si corres las persianas no ves bien... y eso nos llevaria a mas problemas.

Un suave y fresco viento mece las hojas de los árboles plantados en las aceras al mismo tiempo que me refresca la cara al entrar por la ventanilla.

Aún no estoy cerca de casa. La canción de la radio sigue sonando y mis párpados ya no son tan pesados como hace un instante. La brisa y la música hacen que me sienta mas despierto y atento a todo lo que me rodea aunque esta noche hay pocos elementos que me rodeen excetuando edificios y calles muertas.

Frente a mi un semáforo en rojo me indica que debo parar, norma que se me hace tentadora saltarme, pues las calles están desiertas y no supondría peligro alguno ni penalización el hecho de ponerme a hacer el completo loco con mi vehículo.

Pero algo llama mi atención. Bajo el semáforo, en mitad de la calle un animal me observa mientras me acerco. Es un perro. Un perro negro y grande que a un hombre adulto le llegaria poco mas abajo de la cintura.

Está serenamente sentado, con el cuello erguido mientras observa tranquilamente como me apróximo a él.

Toco el claxón intentando hacer que se aparte pero lo único que consigo es que clave su mirada en mi. Por algún motivo no puedo apartar la vista de ese siniestro animal que ya no está sentado, sino a cuatro patas. Sigue mirándome.

De repente, siento el impulso incontrolado de acelerar al máximo el coche y arrollar a esa bestia. Es como si el perro me estuviese inyectando en el cerebro las ideas. Casi me controla.

Comienzo a sudar y el deseo de acelerar es cada vez mayor. Ese animal me obliga... es él, lo sé.

Contra mi voluntad piso el aceredaror con todas mis fuerzas. La goma de las ruedas chirría por las fricción con el asfalto y el coche sale disparado hacia el perro, el cual ni se mueve hasta que estoy a un metro de él entonces, en una fracción de segundo el animal salta contra el parabrisas haciendo que yo instintivamente gire el volante perdiendo el control del vehículo, que acaba empotrándose contra el escaparate de una tienda de electrodomésticos.

Allí estoy, con la cara bañada en sangre y un dolor horrible que me corre desde el cuello hasta la cintura. Todo el interior del coche está lleno de cristales, los cuales siento por dentro de mi ropa, y a mi alrededor solo veo televisores con sus pantallas dando fogonazos y aparatos por el estilo rotos. Espero que las autoridades vengan pronto por que yo solo no podré salir de aquí... no por mi propio pie. Intento acomodarme un poco en el asiento lanzando un vistazo por el espejo retrovisor...y veo algo que me aterra.

El perro sigue ahí, en el mismo sitio donde lo encontré. Está sentado, mirando el accidente que ha provocado. Da la sensación de que se siente orgulloso de su obra. No babea, ni tiene la lengua fuera... parece no respirar. Tan solo mira.

Quince minutos mas tarde llega la policia a toda velocidad alertada, seguramente, por algún vecino que ha oido el estruendo del accidente.

La policia viene acompañada por dos ambulancias cuya sirena ha hecho salir a la calle a varios curiosos que se agolpan para ver que es lo que ha ocurrido.

El forense toma nota de que el conductor del vehículo siniestrado está muerto debido seguramente a la perdida de sangre y a las múltiples fracturas craneales y da permiso a las autoridades para levantar el cadáver.

La grúa retira el coche del escaparate en el que se encontraba empotrado y avisan al dueño de la tienda para advertir de los daños.

Ahí acaba todo. Poco a poco la zona va volviendo a esa tranquilidad fantasmagórica de la que gozaba hasta hace escasos minutos y la gente se vuelve a la cama tranquilamete sabiendo que todo está de nuevo en calma.

Todo lo que nos rodea miente.

Son las 00:15. Conduzco en busca de algún bar en el que poder tomarme un par de copas ¿por qué no? Siempre he dicho que los momentos de relax deben ser bien atendidos.

Acabo de darme cuenta de que en los últimos diez minutos no me he cruzado con ningún otro vehículo ni he visto ningún transeunte. Es curioso.

Llego a un semaforo en rojo, el momento perfecto para hechar un tragito a mi petaca, pero hay algo bajo él que llama profundamente mi antención... si no me equivoco se trata de un perro.

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