miércoles, 28 de enero de 2009

La comida del futuro (Capítulo 3: El cazador del yermo)

Chispas de luz revoloteban alrededor del pequeño fuego encendido con trozos de plástico y cuñas de madera sobre el suelo de cemento. Emile estaba acuclillado junto a las llamas intentando asar lo que parecia un trozo de cuero.

-¿Qué es eso? –Le preguntó Frank

-Lo que queda de carne fresca. Quiero quemarla para quitarle el sabor a podrido.

-Oye, Emile ¿crees que podria darme un baño? Llevo semanas sin mojarme con algo que no sea mi sudor.

-Amigo mio, en este mundo ya no queda nada... ni siquiera mierda para ensuciarnos. No hace falta que te bañes.

Rob se acerco al fuego y le preguntó a Frank si le apetecia hacer guardia esa noche con él y con Vanzetti. Le dijo que con Vanzetti se aburria. Era buen tipo, pero no tenia mucha conversación. Frank se quedó extrañado, no sabia por que motivo habia que hacer guardia por las noches, pero se tragó su duda para escupirla mas tarde.

Aceptó.

Subieron por unas oxidadas y destartaladas escaleras hacia lo alto del silo, llegando a una especie de azotea improvisada hecha con tablones de madera y barandillas metálicas. Desde allí tenian una buena vista de todo cuanto rodeaba al silo.

La noche estaba despejada, dejándose ver en el cielo hasta la última estrella del universo y la infinidad de aquella tierra desierta y oscura que en el horizonte se pierde de vista.

Rob saca un cigarro y se echa sobre la barandilla dando grandes caladas. Vanzetti mira al infinito a través de la visera ahumada de su casco, y Frank hace lo mismo intentando localizar algun vestigio de vida en aquel mar de oscuridad. Una luz, un sonido...

-¿Porqué tenemos que hacer guardia? –Frank lanza la pregunta al aire, temiendo la respuesta. Rob se incorpora sin sacarse el cigarro de la boca y le explica.

-Verás, siempre hay gente que intenta no seguir las normas o la moralidad, ni siquiera en esta situación. Quedamos pocos seres humanos, de eso estoy seguro, y aún así, ahí afuera hay alguien que parece querer cazarnos.

En ese momento McFuller se da cuenta de que posiblemente estén solos. Que nadie mas vaya a ayudarles, y si existe alguien en sus cabales morirá a manos de alguna alimaña. Las posibilidades de enmendar el desastroso futuro se derrumban, igual que Frank.

El chico cae de rodillas llorando desconsolado, con las manos cubriéndose el rostro y temblando.

Rob se arrodilla a su lado y le pregunta que le pasa y el chico le dice, entre sollozos, que tiene miedo. Que no le quedan esperanzas y que no quiere vivir en un mundo así. Que se niega a vivir el resto de su vida con temor.

-Frank, nosotros estamos unidos –le dice mientras intenta levantarlo con cuidado- es normal que tengas miedo y que te derrumbes. Nadie estaba preparado para esto... para sea lo que sea lo que haya pasado, pero no estas solo. Tendrás que acostumbrarte, nada más.

El chico sorbe la nariz y se seca las lagrimas a la vez que Vanzetti le pasa un brazo sobre los hombros en intenta animarlo en silencio. Rob continua explicándole.

-Poco despues de lo del hospital, alguien nos atacó durante la noche, mientras dormiamos. No era uno de esos bebés mutantes. Era un tio normal y corriente. Destrozó la cerradura con un explosivo y entró. El muy cabrón llevaba un viejo rifle Winchester con el que le disparó a Emile, pero la bala solo le rozó el costado. Inmediatamente todos nos despertamos y empezamos a buscar a ese tipo por todo el silo. Se había escondido al ver el revuelo.

-¿Era un hombre? Es decir, ¿no tenia ninguna anomalia? –preguntó McFuller absorto en lo que le estaban contando.

-No, nada. Eso es lo que mas miedo me da; que toda esta situación nos esté hundiendo en la misería y que la poca gente que debe quedar prefiera putear a sus iguales en vez de ayudarlos. El ser humano no cambia ni en una situación tan extrema...

-¿Y que ocurrió con ese saqueador? –preguntó McFuller, con interes en conocer aquella historia.

-Lo encontramos justo aquí, donde ahora estamos nosotros. Estaba con una rodilla en tierra y apuntando con el rifle hacia la entrada, esperando al primero que asomara la cabeza para cazarlo sin darle oportunidad –Rob tragó saliva y con los ojos cerrados mencionó un nombre: Benjamin.

Frank le miró con el rostro serio. No conocia a aquel hombre, pero sabia que por el tono de Rob algo malo le habia pasado.

-Era valiente. Demasiado valiente y con demasiado coraje... y tambien su sangre corria demasiado rápido por sus venas. Fué el primero en asomar la cabeza por la trampilla. Nosotros estabamos debajo agarrados a la escalera esperando a que él llegara arriba para que pudiesemos seguir ascendiendo. Cuando Benjamin tenia medio cuerpo fuera oimos un disparo y acto seguido nos empezó a gotear sangre. Los chorros carmesí se deslizaban por su ropa hasta que el cuerpo se desplomó escaleras abajo, arrastrándonos a los demás. Su cara estaba intacta, pero el cogote le habia estallado, le faltaban dientes y parte del labio superior. Era evidente que la bala le entró por la

boca -Rob tira el cigarro al vacio y concluye la historia diciendo que cuando subieron a la azotea para buscar a ese desgraciado ya había desaparecido.

Y ahora, con mas seguridad que nunca, McFuller sabía que estaban solos en aquel mundo muerto.

Mientras ellos hacian guardia durante toda la noche, Emile y Thorsten se colocaban con la cocaína que les quedaba, bebian y escuchaban música en un viejo tocadiscos. En el silencio de la noche, por todo el silo y fuera de este se oía a Nancy Sinatra y su so long babe.

-Emile, ¿sabes que me apetece hacer? –preguntó Thorsten frotandose la nariz fuertemente y con los ojos entrecerrados y rojos.

-Que.

-Comerme al nuevo. Estoy harto de carne en lata.

Emile sonrió y le corrigió -¿solo de carne en lata? Todo está en lata, maldita sea. Podrido o en lata.

Los dos continuaron esnifando y bebiendo chupitos de lo que tuviesen a mano, como si quisieran adentrarse en un mundo nuevo mediante el alcohol y la droga. Pero tal cosa no era así. Ellos no querian evadir el mundo que les habia tocado vivir, no querian engañarse a sí mismos.

Encorvados sobre la vieja y astillada mesa de madera como un par de soldados veteranos recordando mejores tiempos.

Iluminados por una lámpara de petróleo, hablaron sobre los planes para los siguientes dias. Donde irian, qué buscarian.

-Rob me ha dicho que cerca de donde encontraron al chico, entre unos montes, hay una especie de choza... y algo mas lejos un desgüace. A unos cinco kilómetros.

Thorsten levantó la vista de su vaso hacia Emile -supongo que mañana iremos a echar un vistazo.

Durante largo rato hablaron de quien y que podrian encontrar en esos sitios. De que camino seguirian para llegar antes y no exponerse demasiado al sol o a rutas peligrosas. De que armas llevar y que precauciones tomar.

Gasolina, comida, abrigo, semillas... cualquier cosa les vendría bien y casi ninguna mal. Casi.

Siguieron hablando cada vez mas borrachos, hasta que el sueño les venció y allí mismo, echados sobre la mesa, se quedaron dormidos.

Un sol rojo, esperpéntico, comenzó a dejarse ver en el horizonte, trayendo consigo un nuevo e incierto amanecer.

Los rayos solares se reflejaban en el casco de Vanzetti y este dio unas pataditas para despertar a Rob y McFuller, que yacian dormidos en el suelo.

La noche habia transcurrido sin novedad alguna. Sin alteraciones en el silencio perpetuo del desierto.

-¿Estamos cerca? –preguntó Emile a Rob desviando la vista de la carretera para mirarlo a el, que estaba en el asiento trasero del coche entre Frank y Vanzetti. De copiloto estaba Thorsten.

-Creo que si. Allí se ve la casa donde encontramos a Frank. La choza no queda ya muy lejos. Sigue adelante y cuando encuentres un camino sin asfaltar metete en el.

Pasaron junto a la casa, y tanto Vanzetti como Rob se sorprendieron al apreciar ciertas anomalias respecto al dia anterior que estuvieron ahí mismo. Alguien habia sacado varios muebles afuera, junto a la puerta. Un armario, una estanteria, un mueble de cocina, una mesa...

Rob le dijo a Emile que aminorara la velocidad, y cuando el coche estuvo casi detenido encendió con un mechero uno de los cocteles molotov que llevaba a los pies. Acto seguido sacó medio cuerpo por la ventanilla y lanzó el explosivo hacia la puerta abierta de la casa para incendiar el interior de esta. No se detuvieron para ver los resultados, solo continuaron su camino dejando atrás la casa, de cuya puerta y ventanas salia humo negro y alguna que otra llama.

Frank se sorprendió ante la reacción de Rob y se lo dejó bien claro -¿no dijiste que teniamos que ayudarnos entre todos? -le espetó.

Rob se sacudió las manos sin apartar la mirada del espejo retrovisor y ver como la casa ardia cada vez mas -y lo mantengo, chico. Pero eso de sacar los muebles de una casa vacía no me parece racional, al menos en estas circunstancias, y nada que no sea racional es inofensivo –le pasó un brazo por encima rodeandole los hombros y le guiñó un ojo -De todas formas no creo que quien haya hecho eso estuviese aún dentro, de modo que no te sofoques. No vamos a tener tanta suerte.

Los demas permanecieron en silencio.

La choza estaba rodeada de matojos secos y rocas y hecha con tablones de madera toscamente unidos y clavados. A espaldas de esta un gran monte árido y sin vegetación se erguia proyectando su sombra en el lugar donde habian llegado.

Se bajaron del coche arma en mano y miraron a su alrededor. Estaban en un gran llano, delimitado por algunas elevaciones y montes, dando la sensación de estar dentro de un crater.

Un riachuelo de agua cobriza pasaba al lado de la choza, oyendose claramente su tintineo desde el coche.

Frank fue a ver si podia beber algo de agua y se arrodillo en la orilla. Con ambas manos removió el agua en un intento por apartar ese incomodo color cobre, pero fue imposible. Estaba sucia y contaminada.

En la otra orilla del riachuelo, frente a Frank, un pequeño animal salia del agua a pasos torpes pero decididos, como si no supiese que la tierra firme no era su entorno. Era alargado, de unos veinte centimetros y de color gris, con una piel de aspecto suave y baboso llena de surcos. Parecia un pez, pero su cabeza se asemejaba mas a la de un cangrejo, con caparazón incluido. Parecia llevar un casco.

-¿Habeis visto alguna vez uno de estos? –preguntó a sus compañeros sin quitar los ojos del animalito.

Emile se acercó y sin prestar atención al anfibio agarró a Frank de un brazo y lo levantó –No hables, estúpido –le susurró –Aún no sabemos que hay en esa choza.

Luego hizo un gesto a Thorsten y este asintió con la cabeza. Fue a la choza y derribó la endeble puerta de una patada mientras los demás lo cubrian apuntando con sus armas.

1 comentario:

Toto! dijo...

Muy interesante felicitaciones